lunes, 15 de junio de 2009

Testimonios menstruales, nuestras andanzas II "Ser niña pequeña y mujer"

Ser niña pequeña y mujer
Por la niña pequeña

Encuentro que cada vez que se cimbra mi vida, la menstruación se detiene. Luego, me detiene. Este ciclo que me hace ser mujer, niña pequeña y mujer, determina mucho de lo que soy pero no lo es todo, aclaro. Mis pasos, mi historia, mis experiencias y, sobre todo, mis sueños y esperanzas también me conforman. Digamos, entonces, que mi menstruación me circunda.

I.- Antes de saber de esto
Aunque a mi madre se le presentó la primera menstruación a los once años, a mí me sucedió hasta los dieciséis. Muy tarde asumí mi cuerpo dentro de un ciclo. Y decir asumir es decir demasiado.
En realidad, creo que la tardanza, que fue siempre justificada por diversos pretextos como la herencia paterna o el excesivo deporte, evitaron que me viera como mujer. A ello se le suma una distracción mayor: mi nombre significa niña pequeña y así me he tomado. Como niña pequeña que se niega a crecer y, por tanto, a madurar y a ser responsable y reflexiva con su cuerpo.
De esta forma me dejé llevar muchos años por conductas que sólo ensombrecieron la relación de mi cuerpo conmigo misma. Agradecía los ciclos irregulares porque ellos me permitían disfrutar mi cuerpo en otro nivel. Puro placer sexual. Pero ello me alejó de la conciencia de que tener un cuerpo significa cultivarlo, quererlo, darle placer pero también tiempo para procesos biológicos tales como el crecimiento y la menstruación.
Por eso, fui forjando una brecha entre el dolor y el placer. Dolor e incomodidad se relacionaban con menstruación. Libertad y placer se emparentaban con la falta de menstruación. Mi amenorrea tenía las siguientes características: cada año me bajaba en sólo dos ocasiones las cuales duraban casi dos meses. Me convertía en una adolescente insoportable. Aunque las visitas al ginecólogo se sucedieron una tras otra, la solución de los médicos alópatas pronto llegó. Pastillas anticonceptivas. Una solución rancia, como más tarde me percaté.
Fui adicta a las pastillas anticonceptivas por más de diez años. En ese tiempo todo pareció ser correcto: todas las noches un pequeño chocho resolvía el asunto y permitía una vida más llevadera. Las consultas médicas siempre me indicaban: “Es mejor que te baje a que no te baje, ¿no? Entonces sigue tomándolas, tú sigue”.
Por ello, busqué a mi cuerpo por otros lados: primero me hice vegetariana, tomé el camino de la medicina homeópata, retorné a hacer ejercicio, resignifiqué mi vida y, finalmente, revisé en mi sangre y en mi tierra, me evalué en mi menstruación. Un sueño fue el detonante que me impulsó a dejar las cápsulas y me incitó a una solución propia.

II.- Al momento de saber de la menstruación
Tres años tengo dedicada al tema. A mi tema: la menstruación y su impacto sobre mi vida. Así, observo que no soy azarosa sino que respondo a un abanico de asuntos externos pero, sobre todo, internos. Me desintoxico y me maravillo de la puntualidad (que con su dinámica irregular me hace recordarme niña pequeña y saberme mujer) de los síntomas, de la emotividad, de la fortaleza, de mi ser interior.
Observo también que esto se detiene o se pone en marcha cuando debe ser. Cuando mi cuerpo y la naturaleza coinciden y determinan que así será.

No hay comentarios:

Publicar un comentario